El costo económico de difundir información errónea
Este texto está tomado del Courrier de l’économie. Para suscribirse, haga clic aquí.
Difundir información errónea tiene un costo, incluido uno económico.
Ante la peor pandemia mundial en un siglo, el director general de la Organización Mundial de la Salud lanzó un grito de alarma en el invierno de 2020: “No solo estamos luchando contra una epidemia; también estamos luchando contra una infodemia. La información errónea se propaga más rápido y más fácilmente que este virus, y es igual de peligrosa. »
El fenómeno ha estado en las noticias durante varios años, pero hasta ahora ha sido objeto de relativamente pocos estudios científicos sobre sus efectos socioeconómicos. Un grupo de expertos del Council of Canadian Academies (CCA) analizó la cuestión, tratando específicamente de estimar el costo económico, durante la pandemia de COVID-19, de lo que llamó “desinformación” y cubriendo “afirmaciones que son falsas o engañosas y difundida involuntariamente (desinformación) o creada o difundida intencionalmente (desinformación)”.
En un informe titulado líneas de falla y anunciado recientemente, estos expertos estiman que la creencia de que el COVID-19 es “un engaño o una exageración” provocó que 2,35 millones de canadienses retrasaran o rechazaran sus vacunas entre marzo y noviembre de 2021. Esto tuvo como consecuencia aumentar el número de contagios en un 22 % ( +200.000), el número de hospitalizaciones en un 28% (+13.000) y el número de muertes en un 35% (+2.300) en Canadá en 9 meses solo esto.
También agregó $ 300 millones (+ 40%) al costo total de las estadías en hospitales y cuidados intensivos. Aunque alto, este proyecto de ley es una estimación conservadora y solo parcial del problema porque no tiene en cuenta “facturación médica, costos de pacientes ambulatorios, tiempo fuera del trabajo, costos de tratamiento de COVID a largo plazo, pérdida de productividad debido a mortalidad prematura, o el costo general para la sociedad”, explicaron los investigadores. No todos estos factores han afectado a los canadienses por igual, continúan, junto con el virus, la pérdida de empleos y la reducción de las horas de trabajo que afectan de manera desproporcionada a las personas racializadas y de bajos ingresos.
Influencia compleja pero real
La desinformación tiene una influencia compleja, a menudo indirecta y no siempre fácilmente detectable en el curso de los acontecimientos, observan los autores del informe del CAC. Su daño no es menos real y grave, incluso en términos económicos. Al nublar nuestra comprensión de las posibles consecuencias de nuestras elecciones personales y colectivas, y al alimentar el malestar social y la polarización política, obstaculiza nuestra capacidad para enfrentar los muchos desafíos comunes que enfrentamos, como el cambio climático, las enfermedades, la degradación ambiental, desigualdad, amenazas a la democracia y guerra, lamentan.
Ejemplos no faltan. Al poner en duda la ciencia del cambio climático y afirmar, falsamente, que el impuesto al carbono de Canadá es un “asesino de empleos”, la información errónea ha contribuido a retrasar la lucha contra un fenómeno que debería reducir el petróleo crudo en el producto interno mundial del 11% al 14% para 2050.
Las fake news siempre han existido, admiten los expertos, pero su distribución se ha disparado con la aparición de las redes sociales, cuyos ingresos dependen de la movilización de sus usuarios. Los creadores de la desinformación lo han entendido y están utilizando estas plataformas como un método de difusión del miedo al explotar los sesgos cognitivos de los consumidores. La desinformación “sigue siendo utilizada como arma con fines políticos, alimentando y contribuyendo a la polarización política”.
La lucha contra este fenómeno será larga y compleja, advierte el informe del CAC. Tiene que pasar por la difusión de información científica precisa presentada “de manera honesta, comprensible y por mensajeros confiables”. La verificación de hechos confiable y el etiquetado claro de la presencia de información falsa también se pueden realizar en línea. Además, se debe educar al público, “especialmente en materia mediática y científica y en los métodos utilizados para difundir información falsa”.